«Vestidas para un baile en la nieve» de Monika Zgustová: La Música ayuda a sobrevivir.

Nueve mujeres excepcionales, auténticas heroínas del siglo XX son obligadas a continuar el baile en un escenario no deseado. La música evocada, interpretada o cantada será parte esencial de sus vivencias y les acompañará hasta el final de sus días. Mujeres que la autora equipara a personajes de la mitología griega o del Antiguo Testamento. En el título de cada capítulo junto a su nombre y apellido figura un sintagma que resume su historia y establece el paralelismo con el mito. Añadimos a sus nombres, los de los autores y temas musicales que se citan en el libro e identifican a cada una. Música para recordar y sobrevivir. Música inmortal, como ya lo son ellas.

De madrugada vinieron a buscarte. Yo fui detrás de ti como en un duelo. Lloraban los niños en la habitación oscura y el cirio bendito se extinguió. Tenías en los labios el frío del icono y un sudor mortal en la frente. No olvidaré.

ANNA AJMÁTOVA, Réquiem

En septiembre de 2008, Monika Zgustova, la autora de Vestidas para un baile en la nieve, viaja a Moscú. Una vez allí, un escritor amigo, Vitali Shentalinski, le propone que le acompañe a una reunión de antiguos presos del gulag. No había conocido a nadie que hubiera estado encerrado en el gulag, aunque sabía que el régimen de terror de Stalin suele denominarse «el otro Holocausto», porque durante los veinticuatro años de su gobierno perecieron muchas más personas que los judíos que murieron en la Alemania nazi. En lugar de encontrar sombras sin vida, según se había imaginado a los ex prisioneros, los que acudieron eran mujeres y hombres vitales a pesar de ser mayores y de medios modestos. Le sorprendió ver a muchas mujeres, un gran porcentaje de las cuales eran judías, en aquella velada literaria y política. ¿Cómo habrían sobrevivido en aquellas condiciones tan crueles?, se preguntaba mientras las escuchaba recitar sus poemas y leer sus cuentos y ensayos. Entonces decidió que no se iría de la capital rusa sin entrevistar a varias personas. Empezó a intuir el poder mágico que tiene la belleza para una persona humillada y anheló descubrir más cosas sobre los que tuvieron que pasar años o décadas en los campos de trabajos forzados.

Al hilo de sus entrevistas podemos intuir que la naturaleza, la amistad, la literatura, la poesía y la música fueron los refugios de las mujeres rusas desterradas.

«Lo que me salvó fue, en gran parte, la belleza», afirma Elena recordando los horrores de su destierro en el Gulag, porque como sostiene Susanna «las mujeres educadas y cultas vivían más que las otras chicas», opinión compartida por Semión Vílenski, otro superviviente: La mayoría de las personas que sobrevivieron eran personas con cultura. O dicho de otra manera: la cultura ayudó a la gente a sobrevivir.

El Gulag fue un sistema de campos de trabajo forzado creado por la Unión Soviética tras la Revolución Bolchevique de 1917. Los prisioneros eran enviados a los campos por delitos políticos o sociales, y eran obligados a trabajar en condiciones extremadamente duras. El nombre «Gulag» es un acrónimo del término ruso para el Glavnoe Upravlenie Ispravitelno-trudovykh Lagerei (Главное управление исправительно-трудовых лагерей), que significa «Principal Administración de Campos de Trabajo Correccionales». El Gulag fue una parte integral del sistema de represión de la Unión Soviética durante la era estalinista, y se estima que entre 1929 y 1953 el sistema contenía a entre 12 y 20 millones de prisioneros. En 1953, el líder soviético Nikita Khrushchev ordenó la disolución del Gulag. Aunque a menudo no existía motivo oficial de detención, además de la disidencia había circunstancias comunes que eran pasaporte casi seguro para el gulag: las delaciones de amigos, vecinos o compañeros de trabajo; acusaciones de colaborar con los alemanes; enamorarse o tener contacto con extranjeros negarse a delatar a colegas o simplemente por tener familiares (abuelos, padres, madres, hermanos, cónyuges…) ya condenados.

LA BANDA SONORA MUSICAL DEL LIBRO

A watercolor with nine women dancing on the snow in a Russian village while a man plays the violin
Lista de reproducción con los audios completos de las citas musicales que aparecen en el libro.

ZAYARA VESIÓLAYA es la mujer de Lot cuando muy apesadumbrada vuelve la cabeza mientras abandona el pueblo donde había conocido a su amado Nikolai.

Humanizaba las noches en el gulag, con el recitado de poemas que ella misma había compuesto y memorizado, y que luego escribía en libretas hechas y cosidas a mano.

Recibe sonriente y jovial a la autora rodeada de libros, obras gráficas y pinturas originales enmarcadas. Su marido sentado en el salón escucha el cuarteto de Schubert, La muerte y la doncella.

Recuerda el día que conoció a Nikolai y su violín:

—¡Nos pegarán igual que pegaron a los terratenientes! ¡Como a los kulaks, nos pegarán en el culo y luego nos destrozarán!»—¿Igual nos fusilan como los fusilaron a ellos?»En aquel momento se acercó un hombre delgado con un violín en una mano.»—Me llamo Nikolái Bilétov —se presentó.»

—¿Es usted violinista?

—Toco por placer. Soy pintor.»Nikolái me contó que prefería llevarse a Siberia el violín que un abrigo de invierno.

Al tiempo da a luz un bebé que nació muerto. Hundida, se tumbó en el suelo con la cabeza tapada por un abrigo pero allí estaba Nikolai.

Nikolái me puso la mano encima del hombro, y hasta la hora de salir a trabajar tocó el violín para mí. Con todo el sentimiento interpretó el allegro molto appassionato del Concierto para violín de Felix Mendelssohn.

Pero llegó el momento de la partida y,…

El tren se puso en marcha. Me quedaban varias horas para mirar el paisaje a través de una ventanilla sin rejas. En mis oídos resonaba dulcemente el allegro molto appassionato del Concierto para violín de Felix Mendelssohn que Nikolái había tocado para mí tantas veces.”

—¡La estancia en Siberia fue tan enriquecedora! —exclama ella alegremente.—Pero si pasó hambre, no podía ni ganarse el sustento mínimo, no había donde dormir con el mínimo de comodidad…—Pero tenía amigos de verdad en los que podía confiar como después no he vuelto a confiar en nadie.

Y ¿un amor? —se atreve a preguntar la autora tras dudar un poco por si semejante pregunta resulta demasiado personal

Al despedirnos, Zayara me confiesa, pensativa:—Hasta el día de hoy puedo oír el Concierto para violín de Mendelssohn en mi cabeza.

Zayara murió dos años después de ser realizada la entrevista. Me gusta imaginarme que en su entierro alguien tocó al violín el concierto de Mendelssohn.

SUSANNA PECHURO es Penélope encarcelada que pasa su tiempo de reclusión esperando noticias de su amado Borís.

Susanna apenas si puede mantenerse en pie. Su movilidad ha quedado reducida en extremo a consecuencia de las duras condiciones que vivió en el gulag. Comienza su relato acompañada por sus fieles gatos.

La suya es una historia de amor, amistad y compromiso con Borís y Wladík, a los que conoció en un curso de literatura cuando tenía 14 años. Ellos, dos años mayor que ella. Juntos asumirían el compromiso político de la disidencia que los llevaría a la muerte y al destierro. Pronto se enamoraría de Borís. Pronto tendría que separarse de él. Siempre creyó poder volver a verlo y espero durante años. Pero pasado el tiempo, las aplastantes evidencias de su desaparición física a manos del régimen, la harían abandonar su empeño de una vida juntos.

Borís vivía solo y solía invitar a los amigos a su “madriguera como le gustaba llamar a su casa. Donde gustaba de prestarle libros que habían quedado de la biblioteca de su padre.

Entre las muchas cualidades que adornaban a Borís se encontraba la de saber tocar el piano.

Un día nos reunimos en la biblioteca. Borís, que había heredado un piano, tocó uno de los nocturnos de Chopin; después tomamos té.

—Ellos me contaron que el gobierno soviético había organizado una campaña contra la intelligentsia, por ejemplo contra la poeta Anna Ajmátova y el autor de relatos Mijaíl Zóschenko, y además contra los compositores de música que llamaban «formalistas»: Prokófiev y Shostakóvich.

Los tres amigos fueron detenidos en 1951 por la policía después crear la organización secreta de lucha contra el régimen estalinista. A Borís en Leningrado y a ella en Moscú. Los amigos serían condenados a la máxima pena y Susana y su hermana a 25 años en los campos de trabajos forzados.

Cuando llevaba ya varios meses allí, me encontré con una extranjera de pelo oscuro que tendría unos cincuenta años y procedía, sin duda, de círculos artísticos e intelectuales.»—¿No ha visto a Borís? —le espeté.»La dama me miró con compasión, convencida de que la chiquilla con trenzas se había vuelto loca de tanto sufrimiento: sabía que Borís era un nombre ruso habitual.»Me di cuenta de la impresión que había causado y rápidamente añadí:»—Me refiero a Borís Slutski. Joven, alto, inteligente y de pelo oscuro. Filósofo.»Lina (así se llamaba la señora, que era española) meneó pensativamente la cabeza.»Luego supe que era la mujer de Serguéi Prokófiev. Pero nunca alardeó de ello, si bien se sentía orgullosa de su marido.

Ella, soprano, solista en óperas y conciertos y, como ya he dicho, esposa de Serguéi Prokófiev, ni siquiera podía interpretar solos en las actuaciones que hacíamos en los campos, únicamente era capaz de cantar en el coro. Y eso, más incluso que las condiciones en el campo, la atormentó.

Tras la muerte de Stalin es “liberada” y Susanna vuelve a Moscú. Sigue preguntando por su amado Borís. No se resiste a creer que aún sigue vivo.

En Moscú vuelve a encontrarse con Lina, a la que conoció en el destierro.

La era de Jruschov ofreció algo más de libertad, y los jóvenes urbanos acudían a cineclubs a ver películas de Rossellini y Fellini, y a cafés donde se tocaba jazz, pero a mí me dolía ver a mis compañeros. No me olvidaba ni por un instante de lo que los demás no querían ver: que bajo aquella superficie en calma se escondía un régimen nocivo, un aparato político atroz que velaba sin cesar y que, como un dragón malvado, devoraba a diario a sus víctimas.

—Lina Prokófiev también le fue leal a su esposo incluso después de la muerte de este. Nos rehabilitaron a las dos, pero tanto Prokófiev como mi Borís habían muerto pocos años antes: a ambos los liquidó el poder soviético, a cada uno a su manera. Tras su rehabilitación, Lina dedicó el resto de su vida a la conservación de la obra de Prokófiev, tanto en Moscú como luego en Occidente.

Susanna murió del mismo modo que vivió: entregada a los demás, a sus vecinos y a sus gatos. Y a la justicia social por la que había muerto Borís.

ELENA KORYBUT-DASZKEWICZ es Minerva en las minas.

Ante las “proposiciones” del director del ambulatorio del campo elige trabajar en la mina siberiana de Vorkutá por más de diez años y en unas circunstancias extremas. Más tarde, se convertiría en una experta en cibernética, la nueva Minerva de la sabiduría.

Elena guarda un preciado tesoro, un libro de Pushkin adornado con antiguos grabados e impreso en 1905.

Nadie puede imaginarse lo que para los presos significaba un libro: ¡era la salvación! ¡Era la belleza, la libertad y la civilización en medio de la barbarie!

Para no sucumbir a la desesperación recitaba poemas a media voz mientras trabajaba en la mina o cantaba bajito arias de ópera que conocía del repertorio de su madre.

Un día, una compañera que provenía de Lituania reconoció un aria de El oro del Rin y me dijo que Wagner había empezado a componer esta ópera en Riga. Una vez echadas en el barracón por la noche, nos pusimos a conversar sobre Wagner y su concepto de la obra de arte total; entonces pronuncié la palabra Gesamtkunstwerk. Buceamos en nuestra memoria en busca de todas las óperas del compositor; yo las pronunciaba en el original alemán, sobre todo la última, Der fliegende Holländer. Mi compañera me entendía, pues en Letonia las óperas se cantaban en alemán, al contrario que en la URSS, donde se cantaban traducidas al ruso. Luego nos pusimos a hablar sobre la amistad de Wagner con Liszt y sobre su hija Cosima, con la cual se casó Wagner.

Después de esta conversación, Elena, no pudo dormir durante mucho tiempo porque en sus oídos flotaban las melodías de Wagner.

Aquella noche llegué a sentirme como un ser humano.

Para escapar a esas sensaciones contradictorias, me tendí junto al barracón encima de una manta. Para los presos era muy importante disfrutar de los pocos momentos agradables: eso nos daba fuerzas para seguir adelante a través del mar de adversidades”

Hasta que se me acercó mi compañera Valentina Mijáilovna y su voz desgarró mi luminosa dicha meditativa.»—¡Oh, niña alocada! —me dijo—. ¡Qué es esto de echarte en el fango! ¡Vas a agarrar ciática y una pulmonía

—Lo que estoy agarrando es el placer intenso de la luz del sol y el calor. Acércate y te contaré un cuento sobre Chopin.

VALENTINA ÍEVLEVA es Psique encarcelada. Tuvo un hijo de un soldado estadounidense, Bill, en 1944 y fue detenida con 19 años.

Fue una actriz y bailarina rusa. Nació en Moscú en 1933 y comenzó su carrera a temprana edad como bailarina en el Ballet Bolshoi. Se hizo famosa por sus interpretaciones de personajes clásicos de Tchaikovsky, incluyendo a Odette-Odile en El lago de los cisnes. También fue una figura destacada en el Teatro de Ballet de Moscú, donde bailó en muchas producciones clásicas. Falleció en 2002 a la edad de 68 años.

Valentina, que pasó ocho años en el desierto helado de Kotlas, por ser hija de un «enemigo del pueblo» (a su padre lo fusilaron en los años treinta), comparte un recuerdo muy especial con la autora del libro.

Una vez, tras una brutal paliza que le infligieron los guardianes del campo, tuvieron que intervenirla en una mano. En la barraca de la enfermería encontró por milagro un libro: Guerra y paz. Era el primero que tocaba en muchos años. Mientras se recuperaba de la operación lo leyó a escondidas y, tan pronto lo acababa, volvía a empezarlo con avidez. Así, a falta de otros libros, leyó la novela de Tolstói cuatro veces. Al salir del gulag, la habitación que alquilaba se llenó de libros hasta el techo: «Me pasaba los días y las noches leyendo. Era insaciable —confesó Valentina—. Puesto que después del gulag no pude rehacer mi vida (la gente desconfiaba de una antigua presa), los libros dieron sentido a mi existencia.

Valentina tuvo la oportunidad de conocer en su destierro al compositor y pedagogo estonio nacido en Tartu, Heino Eller. Henio estudió violín en el conservatorio de San Petersburgo, y más tarde composición y teoría musical. Durante la Primera Guerra Mundial luchó como soldado en el ejército ruso. De 1920 a 1940 Eller enseñó composición y teoría musical en la escuela superior de música de su ciudad natal. Este es el momento del encuentro entre la bailarina y el compositor…

—Heino Eller.»—Valentina Grigórievna Íevleva. Es un placer. Se llama usted igual que un conocido compositor estonio.»—Soy yo —repuso, y tuve la sensación de que se sonrojaba.»—Cuando era estudiante, tocábamos sus composiciones —dije, y tuve la sensación de haberme vuelto a encontrar con un viejo conocido de mi vida anterior. Tenía ganas de abrazar a Heino.»—Anatoli Vanéyev —se incorporó a la conversación el prisionero que trabajaba al lado de Heino. Fuimos los tres juntos a la cantina y pronto nos convertimos en inseparables.

La buena relación entre el músico y Valentina se fue estrechando. Fue un 31 de diciembre, durante el trabajo cuando Heino la invitó a una velada de Fin de Año. A medianoche brindaron, se abrazaron, cantaron y recitaron poemas.

En el campo conocí el mal por el mal: hacer daño sin necesidad. De eso ningún animal es capaz, solo el hombre –evocaba a su vez Valentina Íevleva.

He tratado a personas que me salvaron la vida dando la suya por mí. Y a enemigos que me atacaron con un cuchillo. Más de una vez concluí que se puede sobrevivir al gulag, pero no a la mayoría de las personas que lo habita».

  • NATALIA GORBANÉVSKAYA es Antígona frente al Kremlin.

La escritora rusa se opuso a la represión de la Primavera de Praga e inspiró la canción «Natalia» de Joan Baez, enfrentándose al tirano cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron la república de Checoslovaquia en 1968, se convierte así en «Antígona frente al Kremlin». Se manifestó en Moscú contra la invasión. Pagó cara su osadía: fue internada dos años en una prisión psiquiátrica.

El KGB llevó a cabo sus detenciones muy deprisa, para que los observadores occidentales no se dieran cuenta y en Occidente no se llegara a saber nada de lo ocurrido. Sin embargo, la noticia sobre nuestra manifestación y la detención posterior encontró su camino hasta los medios de comunicación occidentales. Entonces Tom Stoppard escribió una obra de teatro sobre el coraje de los manifestantes de la Plaza Roja, y Joan Baez compuso una canción llamada Natalia sobre mí y sobre nuestro activismo. En sus conciertos y en su álbum From Every Stage la precede una pequeña introducción en la que Joan dice: “Es gracias a personas como Natalia Gorbanévskaya, estoy convencida, que tú y yo estamos vivos y caminamos por la tierra”.

“Natalia murió en París, esa ciudad que le había brindado refugio aunque no adopción, como una madrastra le niega el cariño a una hija adoptiva poco favorecida. Falleció en su piso de París, rodeada de sus papeles de activista, sus libros, su poesía: hasta el último momento trabajó por la causa sin perder ni un minuto de su precioso tiempo; hasta el último instante la amparó su mundo, el mismo mundo que antaño fue la causa de tanto dolor y de tanta satisfacción.”

  • IRINA EMELIÁNOVA es Eurídice en los infiernos.

Irina perteneció a tres generaciones de mujeres de la misma familia que estuvieron en el gulag. Su abuela en los años cuarenta durante la guerra, años en los que algunos pudieron salir, pero sin tener ningún rumbo ni dinero. Su abuela se convirtió en una especie de salvaje envuelta en trapos y la pequeña Irina le tenía mucho miedo. Luego está la madre de Irina, Olga Ivínskaya, la amante de Boris Pasternak. La mujer en quien se inspiró para crear el personaje de Lara, en Doctor Zhivago. Irina estaba allí cuando su madre estaba en el gulag por primera vez. Sabía que su madre estaba embarazada de Pasternak y que la cárcel y el gulag le hicieron perder el niño. El KGB se vengó contra madre e hija y las mandó al gulag. Todavía en los años sesenta a Irina le hicieron perder al novio francés que tenía sin posibilidad de comunicarse. Separada de su novio francés, es Eurídice en los infiernos del gulag. Cuando conoció a otro chico, también preso en el gulag, se comunicaban a través de la poesía. Él era poeta y le dejaba poemas escritos por él, y ella le entregaba otros escritos por Pasternak.

“El 30 de mayo de 1960, Pasternak murió a la edad de setenta años.»El 2 de junio, antes de acudir al funeral, que por expreso deseo del difunto tuvo lugar en el cementerio de Peredélkino, centenares de lectores, artistas e intelectuales acudieron a despedirse del escritor en su casa, casi todos con ramos de flores que depositaron encima del féretro. Maria Yúdina y Sviatoslav Richter tocaban el piano en la sala contigua: Yúdina tocó a Mozart, Richter, a Chopin. Para cerrar la sesión de música, antes de salir al cementerio, Richter tocó La marcha fúnebre de Chopin.”

Finalizamos el viaje musical. El resultado, al contrario de lo que pudiera parecernos en un principio ha sido el de un canto a la vida, a la literatura, a la música, a la amistad, a todas las personas y a todo aquello que les permitió sobrevivir. Nueve mujeres, científicas, actrices, maestras, matemáticas, poetas, que son ejemplos de superación y de profunda humanidad.


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