Teoría general del olvido de José Eduardo Agualusa.

Nuestra capital está llena de misterios. He visto en esta ciudad lo que no cabe en los sueños”.(Agualusa, 2012, p.158).


Título: Teoría General del Olvido.
Autor: José Eduardo Agualusa.
Género: Ficción, Realismo Mágico.
Publicación: 2012. Editorial: edhasa.


“Teoría General del Olvido” es una novela escrita por el autor angoleño José Eduardo Agualusa. Publicada en el año 2012, esta obra se adentra en el periodo de la independencia de Angola y los años posteriores, narrando una historia fascinante a través de la lente del realismo mágico. La protagonista, Ludovica Fernandes Mano, decide aislarse del mundo exterior tapiando la puerta de su apartamento la víspera de la independencia de Angola en 1975, y vive encerrada en el durante casi treinta años.

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Así suena el olvido

En la novela “Teoría General del Olvido”, un guión cinematográfico adaptado, la música sirve al autor para construir un universo onírico lleno de lirismo y acidez que enriquece la trama a la vez que nos permite una comprensión más profunda de los personajes y del contexto histórico en el que viven.

A través de referencias a intérpretes, canciones populares, danzas y géneros musicales, Agualusa retrata la agitada y excitante vida urbana de Luanda antes y después de la Independencia. El sincretismo musical angoleño sirve como hilo conductor que une el pasado con el presente y a este con aquel.

Jimi Hendrix

El relato no puede iniciarse mejor. En el primer capítulo, “Nuestro cielo es vuestro suelo” (Agualusa, 2012, p.11), encontramos una cita, la primera de dos, referida al mítico guitarrista americano Jimi Hendrix que desarrolló su breve pero fecunda carrera musical en la segunda mitad de los años 60. Fallecería por una sobredosis de genialidad, a comienzos de los 70. Jimi tenía ciertos parecidos con Vitorino Gavião, primo de Orlando.

Aquel primo de cabellera crespa, redonda, a lo Jimi Hendrix, camisa floreada abierta sobre el pecho sudado, asustaba a las hermanas.

-¡Habla como un negro! -lo acusaba Odete-. Además, huele a catinga. Siempre que viene aquí apesta toda la casa.

Ludo, ha tenido desde niña un miedo irracional a los espacios abiertos, sintiéndose segura solo bajo un paraguas. Este temor se intensificó después del “accidente” que la marcaría profundamente durante toda su vida. Tras la muerte de sus padres, Ludo se fue a vivir con su hermana Odete, una mujer dedicada y protectora que evitaba viajar para no dejarla sola.

Cuando Odete se casa con Orlando, un ingeniero de minas angoleño, Ludo se traslada con ellos a Luanda.

A Ludo, que tocaba el piano y a Odette, le incomodaban las visitas de Vitorino Gavião, primo de Orlando.

El entorno de Luanda en ese momento es caótico y está marcado por el clima político tenso que provoca la lucha por la independencia de Angola. Orlando, comprometido con su país, rechaza abandonar Angola a pesar de la creciente violencia. La tensión aumenta cada vez que Vitorino Gavião, el primo revolucionario de Orlando aparece en la casa desatando debates sobre la política y el futuro del país.

Vitorino Gavião, el primo revolucionario de Orlando.

Su presencia es desafiante. Vitorino no cesa en su defensa de una ruptura con el pasado y la búsqueda de un nuevo orden.

Avanzada la lectura volvemos a encontrar a Vitorino en el capítulo en el que Daniel Benchimol investiga la desaparición de Ludo. Pero ah…..los años han pasado. Que lejos queda ya esa imagen a lo Hendrix. Los rizos y la “negritud” han quedado diluidos en el camino.

Una calvicie ultrajante le había robado la fuerte cabellera, al estilo Jimi Hendrix, con que en los años sesenta, en París, había proclamado su negritud. Así, con el cráneo liso, brillante, pasaría por blanco hasta en Suecia. En fin, en Suecia tal vez no.

Mientras las calles se llenan de manifestantes clamando por la independencia, Ludo se refugia en su miedo y aislamiento. Sueña con una ciudad subterránea donde los habitantes sobreviven en la oscuridad, alimentándose de lo que los colonos desechan. La acertada frase que titula el primer capítulo, “Nuestro cielo es vuestro suelo” , nos sitúa en la lucha y el sufrimiento de los angoleños bajo la opresión colonial.

Podría pensarse que el primer apunte en la partitura musical de la novela es un silencio. El silencio con el que Ludo, la protagonista, que ha tapiado la puerta de entrada al apartamento en el edificio de los envidiados, después de la trágica desaparición de su cuñado y hermana, pretende aíslarse del agresivo mundo exterior. Tarea inútil, la música echará abajo las barreras físicas y emocionales que ha construido.

Ludo encendía la radio y la revolución entraba en la casa.

«El poder popular es la causa de esta confusión», repetía uno de los cantantes más populares del momento”.

Eh, hermano», cantaba otro, «ama a tu hermano / no mires su color / ve en él solamente un angoleño. / Con el pueblo de Angola unido / la independencia llegará».

Algunas melodías no coincidían con las letras. Parecían robadas de canciones de otra época, baladas tristes como la luz de un crepúsculo antiguo.

La radio era un aparato magnífico, con caja de madera, estilo art déco y teclas de marfil. Se apretaba una y se iluminaba como una ciudad. (Agualusa, 2012, p.36).

La radio de Ludo. A través de ella entraba en su casa, la Revolución.

La escucha de canciones y melodías le proporciona consuelo y una conexión con la vida más allá de las paredes de su vivienda. La música se convierte en un refugio emocional y una forma de resistencia contra la soledad y el miedo.

Tocadiscos de Orlando. A un lado, su colección de vinilos de canciones francesas.

Además de la radio, Ludo disponía de un tocadiscos. Orlando, exquisito donde los haya, coleccionaba LPs de la canción francesa. Jacques Brel, Charles Aznavour, Serge Reggiani, Georges Brassens, Léo Ferré.

La portuguesa escuchaba a Brel mientras el mar se tragaba la luz. La ciudad se adormecía y ella olvidaba nombres. Un rincón de sol ardía todavía. Y la noche, poco a poco, y el tiempo alejándose sin rumbo. El cuerpo fatigado y la noche de azul en azul. El cansancio comprimiéndole los riñones. Ella suponiéndose reina, creyendo que alguien en algún lado la esperaría como se espera a una reina. Pero no había nadie, en ningún lugar del mundo, esperando por ella.

Ludo escucha La ville s’endormait de Jacques Brel.

La ciudad adormeciéndose y los pajaros como olas, y las olas como aves, y las mujeres como mujeres, y ella nada segura de que fueran las mujeres el futuro del Hombre.

“La ville s’endormait / Et j’en oublie le nom / Sur le fleuve en amont / Un coin de ciel brûlait / La ville s’endormait / Et j’en oublie le nom …. (Jacques Brel en La ville s’endormait).” (Agualusa, 2012, p.37).

Definitiva la versión de La ville s’endormait interpretada por Brel. La canción tiene unos arreglos sublimes y una letra que inspira claramente al autor del libro.

Las Cantigas Cariocas

En Arrullo para una pequeña muerte (Agualusa, 2012, p.19) Ludo, en un momento de pánico y tensión, dispara una pistola a través de la puerta de entrada a su vivienda hiriendo al asaltante que pretendía entrar desde el otro lado. Este, desesperado, le pide agua y ayuda.

Ustedes nos robaron durante quinientos años. Venimos a buscar lo que es nuestro.

Un torbellino de emociones va a desencadenarse. Ludo terminará, cargada de culpa y humanidad, cantándole dulcemente al oído mientras le llega el final. Con las primeras luces del día lo enterrará en la terraza:

⁃ Debería llamar a un médico.

⁃ No vale la pena. Me matarían igual. Canta una canción, abuela.

⁃ ¿Cómo?

⁃ Canta. Canta para mí una canción suave como guata.

Ludo pensó en su padre, canturreando viejas cantigas cariocas para dormirla. Posó la pistola en el suelo, se arrodilló, agarró entre las suyas las minúsculas manos del asaltante, acercó la boca a su oído y cantó. Cantó durante mucho tiempo.

Emotiva escena impregnada de nostalgia y ternura que conecta a Ludo con sus propias raíces y recuerdos. De un profundo significado personal con las cantigas de fondo a la tragedia, al “accidente” que ella asocia a su infancia y al consuelo en momentos de tensión y angustia.

Esas “viejas cantigas cariocas” mencionadas por el autor en el texto pueden referirse a canciones tradicionales de Río de Janeiro (los cariocas son los habitantes de esta ciudad). Estas canciones, suelen ser melodías populares que se transmiten de generación en generación, a menudo con letras sencillas y repetitivas, utilizadas tradicionalmente para arrullar a los niños o para cantarlas en festividades y celebraciones.

Forman parte del folclore brasileño y tienen raíces en diversas influencias culturales, incluyendo africanas, portuguesas e indígenas.

Aunque el autor del libro no especifica cuáles son las cantigas que Ludo entona, algunos ejemplos de cantigas populares brasileñas que podrían encajar son:

Boi da Cara Preta”:
Boi, boi, boi
Boi da cara preta
Pega essa criança
Que tem medo de careta

Ciranda, Cirandinha”:
Ciranda, cirandinha,
Vamos todos cirandar,
Vamos dar a meia volta,
Volta e meia vamos dar.

Terezinha de Jesus”:
Terezinha de Jesus
De uma queda foi ao chão
Acudiram três cavalheiros
Todos de chapéu na mão.
Cantiga de Amigo – Lírica Galaico-Portuguesa.

El Soukous

En “La sutil arquitectura del acaso” (Agualusa, 2012, p.73), uno de los personajes más significados de la novela es Bienvenue Ambrosio Fortunato, conocido como Papy Bolingô.

El hombre de sonrisa resplandeciente se llamaba Bienvenue Ambrosio Fortunato. Poca gente lo conocía por ese nombre.

Bienvenue era un guitarrista congoleño que alcanzó la fama a fines de los años sesenta gracias a su bolero “Papy Bolingô”, que interpretó el famoso músico François Luambo Luanzo Makiadi, conocido como Franco. La canción se convirtió en un éxito en Kinshasa, dándole a Bienvenue el apodo que usaría de por vida.

Perseguido por el régimen de Mobutu Sese Seko, Papy Bolingô se exilió en París, donde trabajó inicialmente como portero en un club nocturno y luego como guitarrista en una orquesta circense. En Francia, se reconectó con sus raíces a través de la comunidad angoleña local. Con la independencia de Angola, se trasladó a Luanda, donde tocaba en bodas y otras fiestas privadas.

Despedido de Radio Nacional, donde ejercía de sonidista vivía con dificultad, subsistiendo gracias a las actuaciones.

Su primo, un guía de cazadores, le regaló un hipopótamo enano, Fofo, que había encontrado en el Congo. El guitarrista cuidó del animal en su apartamento, alimentándolo con biberón y enseñándole a cantar y bailar rumba zairense. Se convirtió en su compañero y parte fundamental del espectáculo.

La rumba zaireña, también conocida como soukous, es una variante de la rumba congoleña que se desarrolló en la República Democrática del Congo (antiguamente conocida como Zaire). Este género musical, que combina ritmos africanos tradicionales con influencias de la música latina, se convirtió en una de las formas de música más populares y exportadas del continente africano.

No hemos encontrado rastro del bolero “Papy Bolingô”, compuesto por Bienvenue pero si del intérprete que supuestamente lo popularizó, Franco.

François Luambo Luanzo Makiadi, conocido popularmente como Franco.

François Luambo Luanzo Makiadi, conocido popularmente como Franco, fue una figura icónica en la música congoleña y uno de los músicos más influyentes de África. Nació el 6 de julio de 1938 en Sona Bata, Congo Belga (actual República Democrática del Congo), y falleció el 12 de octubre de 1989 en Bruselas, Bélgica. Franco es especialmente conocido por su contribución al desarrollo de la rumba congoleña, un género musical que combina ritmos africanos con influencias de la música latina, especialmente el son cubano.

Franco, rey de la rumba congoleña

Chico Buarque

En el capítulo “Donde se esclarece una desaparición (casi dos), o de cómo, citando a Marx: «Todo lo sólido se desvanece en el aire» (Agualusa, 2012, p.117), Magno Moreira Monte, exmiembro de un servicio de inteligencia en Angola, decide abandonar su puesto de trabajo debido a la corrupción y la traición a los ideales marxistas por el partido en el poder. Se convierte en detective privado.

Monte recibe la orden de silenciar al periodista Daniel Benchimol, quien investiga la misteriosa desaparición de un avión. A pesar de su admiración por Benchimol, sigue las órdenes y planea hacerlo desaparecer. Kissonde, el hombre enviado por el detective mata por error a Simon-Pierre Mulamba, un francés.

Monte encubre el crimen, entierra el cuerpo de Mulamba y deja pistas falsas para confundir a las autoridades y crear una historia que culmine en la desaparición del francés, dejando un sombrero como único vestigio de un evento sobrenatural.

Sacó una pala del baúl y abrió una fosa en la tierra blanda, mojada por la lluvia. Le vino a la memoria una vieja canción de Chico Buarque:

“Esta cova em que estás com palmos medida é a conta menor que tiraste em vida é de bom tamanho nem largo nem fundo é a parte que te cabe deste latifúndio.”

Se apoyó en el baobab para canturrear:

“É uma cova grande para teu corpo defunto mas estarás mais ancho que estavas no mundo.”

Esta fosa en que estás / con palmos medida / es la cuenta más pequeña que sacaste en vida / es de buen tamaño / ni ancho ni hondo / es la parte que te toca de este latifundio.
Es una fosa grande / para tu cuerpo difunto / pero estarás más ancho / de lo que estabas en el mundo.

En el séptimo año del liceo, en la ciudad de Huambo, Monte, formó parte de un grupo de teatro amateur que había representado Muerte y vida severina, pieza con letra de João Cabral de Melo Neto y música de Chico Buarque. Tantos años transcurridos y allí estaba, canturreando Funeral de un labrador, mientras sepultaba, en tierra incógnita, a un escritor sin suerte.

Chico Buarque y Ennio Morricone interpretan “Funeral de un labrador”

El relato de la desaparición del francés y el sombrero como último vestigio ejemplifica a la perfección cómo en un sistema corrupto y opresivo, la verdad y la justicia se desvanecen, dejando solo rastros confusos y manipulados. La cita de Marx, “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, encapsula esta desintegración de los ideales y la realidad, transformando el sólido compromiso inicial de Monte en cinismo y resignación.

Chico Buarque es un prolífico compositor y figura central en la música y la cultura brasileña. Una de sus colaboraciones más celebradas fue con João Cabral de Melo Neto en la obra de teatro citada en el libro “Morte e Vida Severina,” que incluye la canción “Funeral de un Labrador”.

La letra de la canción que entona Monte es un poema que describe el funeral de un campesino pobre y la injusticia de su vida y muerte. Una crítica social poderosa que utiliza imágenes sencillas pero devastadoras para ilustrar la explotación y la marginación de los campesinos en Brasil.


El Kuduro

En el capítulo “Los muertos de Sabalu” (Agualusa, 2012, p.129) Ludo confiesa a Sabalu, -un niño-, que ha matado a un hombre y lo ha enterrado en la terraza. Sabalu, cuya madre fue asesinada por luchar contra el tráfico de cadáveres, consuela a Ludo haciéndole ver que los muertos sufren de amnesia y debemos recordarlos con alegría.

Sabalu

La historia de Sabalu es trágica: huérfano de madre. Llegó a Luanda en busca de su padre, un oficial desaparecido, pero terminó viviendo en la calle, siendo explotado por Baiacu y Diogo, dos chicos en similares circunstancias de desamparo.

Determinado a ayudar a Ludo en quien encontrará el refugio que buscaba, roba el dinero de Baiacu y compra medicamentos y comida para ella.

En este capítulo, la memoria, el trauma y la supervivencia en un contexto de extrema pobreza y violencia, la confesión de Ludo y la respuesta de Sabalu muestran cómo el pasado puede atormentar a los vivos y cómo el acto de recordar puede ser una forma de redención. Por otro lado, la historia de Sabalu, Baiacu y Diogo expresa la explotación, la brutalidad en las calles y la búsqueda desesperada de un sentido de pertenencia y familia.

Diogo

Diogo, sin embargo, no parecía tener la menor vocación para el mal. Tenía la bondad de las grosellas, que dan frutos al sol, aunque discretos y raros, más por negligencia que por una clara determinación del espíritu. Baiacu obtenía algún rendimiento haciendo cantar y bailar kuduro a Diogo frente a los grandes hoteles. Los extranjeros quedaban fascinados. Dejaban propinas generosas. Un periodista portugués escribió un pequeño artículo sobre el bailarín de kuduro, que incluía una fotografía de Diogo abrazado a Baiacu. Este último llevaba siempre un recorte del artículo en el bolsillo del pantalón. Lo mostraba orgulloso:

-Soy un empresario de la calle

El Kuduro es un género de música y danza poderosa y provocativa originario de Angola que surgió a finales de los años 90. Su nombre, en portugués significa “culo duro”.

El Kuduro nació en los barrios pobres de Luanda, la capital de Angola, durante la época de posguerra en la que la juventud buscaba formas de expresión y entretenimiento. Este género combina ritmos africanos tradicionales con influencias de la música electrónica y el tecno, creando un sonido distintivo y vibrante.

Tony Amado, creador del Kuduro, nos acompaña por las calles de Luanda para conocer esta peculiar danza.

La danza Kuduro es tan importante como la música misma. Se caracteriza por movimientos enérgicos, rápidos y, a menudo, acrobáticos. Los bailarines utilizan todo su cuerpo, con énfasis en los movimientos de cadera y piernas, y a menudo incorporan elementos teatrales y humorísticos.

Uno de los pioneros del Kuduro es Tony Amado, considerado el creador del género. Sin embargo, es la canción “Danza Kuduro” de Don Omar, -una fusión con otros estilos-, la que ayudó a llevar el nombre y el estilo Kuduro a una audiencia global.

Tony Amado, en acción.

El Kisanji

En el capítulo en donde se nos revela cómo Nasser Evangelista ayudó a Pequeño Soba a huir de la cárcel (Agualusa, 2012, p.151), se cuenta cómo un joven estudiante de Derecho, logró escapar de la cárcel gracias a la ayuda de Nasser Evangelista, un ayudante de enfermero. Pequeño Soba, detenido por motivos políticos enfrentó las duras condiciones de la prisión con una mezcla de coraje y rebeldía lo que le ganó el respeto y el temor de sus compañeros de celda y los guardias.

Pequeño Soba intercambia expresiones con Esplendor

Durante su encarcelamiento, adoptó a una rata a la que llamó Esplendor que fue su mejor aliada y le ayudó a sobrellevar la situación. La muerte de la rata a manos del malvado agente de la policía política Monte, sumió a Pequeño Soba en la más profunda depresión. En la enfermería conocerá a Nasser.

Se pasaba los días tendido en una estera, mudo, inmóvil, indiferente a los compañeros de celda. Adelgazó tanto que las costillas le saltaban de la piel como las teclas de un quisange.

El quisange es un Instrumento musical angoleño de la familia de los lamelófonos. Estos instrumentos se caracterizan por tener láminas metálicas o de bambú que producen sonido al ser pulsadas con los dedos. Se utiliza en diversas ceremonias y eventos culturales, ofreciendo una melodía distintiva y una rica sonoridad que es parte integral de la música angoleña.

Así suena el quisange

Nasser, conmovido por el estado de Pequeño Soba, ideó un plan para sacarlo de la cárcel. Registró falsamente la muerte del joven y entregó el ataúd a un camarada que lo enterró simbólicamente. Así, Pequeño Soba escapó, aunque más tarde sería capturado de nuevo. Pequeño Soba visitaba su propia tumba anualmente para reflexionar sobre la fragilidad de la vida.


La Rumba

A veces pienso: enloquecí.

Desde la terraza vi un hipopótamo bailando en el balcón del piso de al lado. Ilusión, bien lo sé, pero, aun así, lo vi. Puede ser hambre. Me he alimentado muy mal.

En misterios de Luanda(pág. (Agualusa, 2012, p.155), Pequeño Soba atraviesa el mercado sin prestar mucha atención a los vendedores. Se limita a sonreír, inclinando la cabeza a aquellos que lo saludaban. Papy Bolingô había comenzado el espectáculo. Fofo, el hipopótamo enano cantaba un viejo tema de la orquesta Baobab. El bar estaba lleno. Al verlo llegar, un empleado se acercó con una silla plegable. Armó la silla y el empresario se sentó. Las personas reían, fascinadas, mientras Fofo se movía acompañando el ritmo, abriendo y cerrando la enorme boca.

Pequeño Soba había asistido muchas veces al espectáculo. Sabía que Papy Bolingô trabajó en un circo en Francia, durante los años de exilio. Fue en aquella época, seguramente, cuando había descubierto y desarrollado las extraordinarias dotes de ventrílocuo con que ahora se ganaba la vida. El antiguo sonidista insistía, incluso en privado, en la autenticidad del espectáculo:

-¡Fofo habla! Fofo canta. No soy yo. Le enseñé las primeras palabras, él era muy pequeño. Después le enseñé a cantar.

– ¡Entonces queremos oírlo cantar lejos de ti!

– ¡Nada! El tipo no hace eso. Es un bicho tímido.

Pequeño Soba esperó hasta el final del espectáculo. Las personas fueron saliendo, animadísimas, arrebatadas por el milagro que acababan de presenciar. El empresario se acercó a los artistas:

-¡Felicitaciones! Están cada vez mejor.

– Gracias -agradeció el hipopótamo, con su voz metálica de barítono dramático-. Tuvimos un público generoso.

– Pequeño Soba le acarició el lomo:

⁃ ¿Te va bien allí, en tu charca?

⁃ Muy bien, padrino. Tengo un montón de agua y barro para revolcarme.

Papy Bolingô y Fofo al son de una danza zaireña.

Papy Bolingô explotó en una clara carcajada. Su amigo rio con él. Fofo pareció imitarlos, sacudiendo la cabeza, golpeando con las gruesas patas en el pequeño escenario.

El propietario del establecimiento, un antiguo guerrillero llamado Pedro Afonso, había perdido la pierna derecha en la explosión de una mina. Eso no le había robado la pasión por la danza. Viéndolo bailar nadie sospechaba que usaba una prótesis. Se acercó al escuchar las carcajadas de los dos amigos, mientras dibujaba en el piso de tierra apisonada unos filigranados pasos de rumba y gritaba:

– Dios inventó la música para que los pobres pudieran ser felices.

– Mandó traer cervezas para los tres:

– Vamos a beber por la felicidad de los pobres.

La Orquesta Baobab de la que Fofo entonaba un viejo tema es una legendaria banda de música senegalesa, formada en 1970 en Dakar. Su estilo musical es una fusión de géneros y tradiciones, incluyendo ritmos africanos, cubanos, y caribeños, que crea un sonido distintivo y vibrante. La banda toma su nombre del Club Baobab en Dakar, donde comenzaron a tocar y rápidamente se convirtieron en una sensación local.

La agrupación fue creada por Balla Sidibé y otros músicos que querían experimentar con sonidos nuevos y tradicionales.

Orchestra Baobab. Una de sus canciones formaba parte del repertorio de Fofo.

Concluimos este recorrido musical por “Teoría General del Olvido” de José Eduardo Agualusa convencidos de haber mejorado nuestra comprensión del alma angoleña. La música añadió una capa adicional de profundidad y emoción que hizo de la lectura, -libro sobresaliente-, una experiencia más rica y evocadora.


* Recomendamos la consulta del guión de lectura y la crónica de la sesión dedicada al libro en el Blog, “Rinconete y Dobladillo”.

4 Comentarios

  1. Excelente trabajo de investigación, destreza digital, documentación audiovisual y sensibilidad creativa. Acorde con el guion y la crónica de la sesión del Club de Lectura. No merecía menos el mágico libro de Agualusa.

    ¡Enhorabuena! En cada entrega te superas, amigo.

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